Artículo de Germán Rodas Chaves para Informe Fracto – México
Los dos hermanos mayores del continente –Martí y Alfaro- atravesaron los umbrales de la historia por caminos distintos, en unas ocasiones, y paralelos, en otras circunstancias. En mayo 1895, Martí fue victimado en Cuba en su primera jornada de combate cuando al calor de sus ideas libertarias había tomado las armas para liberar de España a su amada Cuba. En junio de ese mismo año, fue desmontada la oligarquía clerical y reaccionaría que había gobernado al Ecuador y llegó al poder Eloy Alfaro.
La asimetría de los momentos históricos de Martí y Alfaro ocurridas en 1895, se repitió en la historia a propósito de su tránsito vital: pues mientras el 28 de enero de 1853 Martí vino al mundo, en una fecha igual, en 1912, Alfaro fue asesinado.
José Martí Pérez, nacido en la calle de Paula en la Habana, inició su vida que habría de entregarla no solo a la causa de la independencia cubana, sino a la reflexión profunda y constante para la construcción de una América unida. Su vocación libertaria pronto le llevó, gracias a las enseñanzas de su maestro José María Mendive, por el sendero de los hombres libres a propósito de su inquebrantable tarea independentista que le costó una temprana e injusta prisión en la Isla mayor de las Antillas, así como la expulsión de su Patria, irónicamente hacia España, en donde se formó intelectualmente y en cuyo espacio geográfico luchó, particularmente en el año de 1872, junto a las fuerzas Republicanas en contra del estado Monárquico.
A partir de todas estas circunstancias no dejó de labrar el camino de la purificación de su talento y de la construcción de un pensamiento cuyo vigor tienen plena vigencia cuando se trata de conocer las características sociales y culturales de nuestra región y cuando es indispensable fortalecer la lucha por las ideas.
De su lado, Eloy Alfaro, el manabita nacido en Montecristi, en junio, en 1842, fue el artífice de un proceso transformador en el Ecuador que favoreció la construcción de un nuevo modelo de estado, en cuyo contexto el laicismo, la libertad y la unidad de la Patria fueron una constante que solo pudo volverse realidad cuando fraguó el cambio radical en el país y contribuyó, en muchos países del continente, a sembrar las semillas del pensamiento liberal, aquella utopía que ya fue capaz de dar cuenta de los marginados en contra de un sistema conservador y clerical anquilosado.
Su lucha –la de Alfaro- contra García Moreno, en 1864, le llevó al exilio en Panamá y le abrió el camino de sus relaciones internacionales con los más importantes líderes liberales de la región, con quienes, luego de sus derrotas en el Ecuador ocurridas en los años ochenta del siglo XlX, profundizó su amistad, toda vez que a finales de aquellos años inició una gira por Sudamérica que le permitió acercarse a la realidad de esta parte del continente y configurar un pensamiento profundamente latinoamericano y unionista de honda significación y que, por ejemplo, en Centro América, ejerció, una notable influencia en varios gobiernos.
En este orden de cosas debe resaltarse las luchas compartidas entre Martí y Alfaro, respecto de su lucha antiimperialista. En efecto la voz de alerta lanzada por el Maestro cubano a finales de 1888 frente a los peligros que entrañaba que en 1889 se realizara la reunión en la capital estadounidense de la Conferencia Internacional Americana, tuvo, posteriormente, su correlato cuando Alfaro impulsó, en 1896, que en la ciudad de México se reunieran varios gobiernos de la región para tratar sobre los problemas de la dependencia cubana respecto de España y sobre los problemas de las relaciones comerciales de los países del “Nuevo Mundo”.
Si bien el encuentro al que aludo no tuvo el eco que era menester y no fue posible realizarlo (a pesar de la concurrencia de los plenipotenciarios de Ecuador, Nicaragua, Costa Rica, Guatemala, Honduras y México) dejó al descubierto la preocupación de Alfaro frente a la necesidad de buscar los mecanismos de la unidad como fórmula para enfrentar la política de exclusión que ya vivían nuestros pueblos y el profundo ánimo integrador que le asistía como mecanismo para propiciar un nuevo momento histórico para nuestras Patrias.
Si Martí, en 1891, luego de conocer y aprehender de la América india y mestiza su realidad, fue capaz de concluir su formidable trabajo llamado “Nuestra América”, que la publicó en New York, y mediante el cual exhortaba a la unidad de los pueblos de la región; Alfaro, por aquellos mismos años, convocado por tal lectura (que le confesara a Antonio Maceo que le estremeció hasta el fondo de su conciencia) inició una especie de peregrinación por el continente para consolidar las ideas para construir esa América de la que hablaba Martí.
Este contexto referido, da cuenta del paralelismo entre estas dos figuras cimeras de nuestra Patria Americana que, además, fue macerada por Alfaro a partir de su internacionalismo, ese que le llevó que junto a José Santos Zelaya de Nicaragua, a Juan de Dios Uribe de Colombia y a Joaquín Crespo de Venezuela organizara lo que se conoce como el “Pacto de Amapola, que no fue sino la voluntad de ayudarse mutuamente para construir sus sueños, para favorecer la estructuración de sociedades distintas a las que vivía la región por aquel entonces.
Y cuando José Martí, en su momento heroico máximo, luego de la agotadora jornada de muchos años por liberar a Cuba y a Puerto Rico, lo cual le llevó incluso a fundar el Partido Revolucionario Cubano en 1892, asumió la determinación de empuñar las armas, no como un acto desesperado, sino como una determinación complementaria a sus ideas; Alfaro comprendió que la lucha del apóstol cubano debía ser continuada con su acción una vez que él, el General Alfaro, ejercía la Presidencia del Ecuador.
En efecto, Eloy Alfaro, luego de la muerte de Martí, en el propio año de 1895, en diciembre, dirigió una carta a la Regente Española María Cristina, misiva en la cual en su nombre y en el del pueblo ecuatoriano le exigió a la Corona española la necesidad de encontrar los mecanismos indispensables para que la Isla Mayor de las Antillas dejase de ser su colonia y pudiese edificar su futuro en el entorno de la soberanía y la autodeterminación, aquellas convicciones profesadas por Martí y Alfaro en cada una de sus jornadas que les correspondió como propulsores de las semillas del cambio en “Nuestra América”.
Aquella carta a la Regenta Española fue motivo de una nota de agradecimiento de Maceo en la cual resaltó la consecuencia revolucionaria de Alfaro y el compromiso cumplido con los mambises, a quienes les había ofrecido su intervención en este asunto.
El 28 de enero, pues, nos recuerda el nacimiento de Martí y el asesinato de Alfaro y su señalamiento nos deja la enseñanza de dos vidas ejemplares; de luchas inquebrantables de estos patriotas; de entregas desinteresadas y sin claudicaciones y cuya conducta al calor de los principios y de las determinantes doctrinarias, sigue siendo fuente inagotable de compromisos en quienes, desde todos los rincones, debemos aprender y aprehender de sus ejemplos, al propio tiempo que el recordatorio de sus vidas vuelve a ponernos de frente con una convocatoria permanente alrededor de la máxima martiana que señala que “el verdadero hombre no mira de qué lado se vive mejor, sino de qué lado está el deber”.
En ocasión de conmemorase los 167 años del natalicio de José Martí, el día de hoy 28 de enero de 2020, el distinguido intelectual ecuatoriano Germán Rodas Chaves, preparó estas líneas para Informe Fracto destacando la cercanía del Apóstol cubano con el indispensable de nuestra América Eloy Alfaro.