“La gran ganancia de un individuo es el ejercicio de su libertad”

“La gran ganancia de un individuo es el ejercicio de su libertad”

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Diálogo mantenido –en su vivienda- con el novelista cubano Leonardo Padura, autor de El hombre que amaba a los perros, quien nos habla sobre su vida personal, nos aproxima a los avatares de su oficio y a las influencias literarias en su quehacer. Opina también sobre el contexto de la realidad cubana, nos cuenta sobre su próxima novela y, por supuesto, nos presenta a su personaje de ficción Mario Conde, protagonista de varias de sus novelas policíacas, quien vive como un “un testigo” de su tiempo, incrustado en la cotidianidad de La Habana.

Entrevista: Germán Rodas Chaves[1]

Edición: Opción S[2]

Esta entrevista se efectúa el mismo día que recordamos la muerte del gran cubano José Martí… coincidencia que la señalo.

En efecto…casualidad que vale consignarla.

El personaje “Mario Conde”, alrededor de quien ocurren tantas circunstancias que han sido narradas en su obra, en la última novela tiene 60 años, ¿es más viejo que usted?

Mario Conde es un año más viejo que yo.

¿Y quién está mejor de salud, Padura o Mario Conde?

Creo que yo estoy mejor que él, aunque él es más callejero que yo. En la primera novela, cuando yo escribí Pasado perfecto en el año 89, creé al personaje de Mario Conde y, todavía no sé exactamente por qué razón, puse que había nacido en el año 54.

Mario Conde recorre la ciudad de la Habana y va a los lugares más apartados. Nunca se ha sabido que Conde haya tomado una copa de vino en el Nacional[3]; yo sé que no tiene dinero para hacerlo, pero nadie le invita tampoco.

No tiene dinero, pero cuando él lo tiene es capaz de hacer cualquier cosa. En esta última novela La Transparencia del Tiempo, va a uno de estos bares nuevos y derrocha, en unos tragos de Ron Santiago, una cantidad de dinero mayor de la que podía gastar de acuerdo a su presupuesto.  Mario Conde vive como la mayoría de la gente de este país. Hay un porcentaje pequeño que quizá pueda tomarse una copa de vino en un bar, pero hay una mayoría que no puede hacerlo.

¿Esa mayoría de ciudadanos está esperando innovaciones en Cuba?

No sé si están esperando eso, pero lo que es seguro es que quieren que mejoren las cosas.

¿Las dificultades vienen desde lo que se conoce como el “periodo especial”[4]?

Si, fundamentalmente desde el periodo especial. Antes de ello cualquier persona aquí en Cuba, con su salario, podía tener una vida sin lujos y sin premuras. Hoy las circunstancias se han puesto difíciles.

¿Y decir eso en voz alta significa estar en contra del sistema vigente?

Yo no sé si eso signifique estar en contra del sistema, yo lo que sé es que es verdad. Cuando a mí me preguntan por qué mis libros no tienen determinada visión de la realidad cubana, les digo que yo no tengo la verdad absoluta, porque nadie la tiene. Lo que sí les puedo decir es que en mis libros no hay una sola mentira sobre Cuba. Una misma situación puede tener dos lecturas, pero mi lectura no es mentirosa, es una lectura que tiene que ver con la realidad.

Mario Conde ¿va a seguir describiéndonos los problemas cotidianos de Cuba?

Mario Conde fue policía, ahora se dedica a comprar y vender libros de segunda mano. Es un testigo, y desde esa perspectiva de testigo recibe todos estos acontecimientos que ocurren en su entorno y que forman parte de sus novelas.

Escapándonos de la temática política y adentrándonos en lo literario ¿cuáles fueron las obras que más le conmovieron?

La primera conmoción literaria que tuve fue la lectura de El Conde de Montecristo. Me pareció un libro que me removió. Antes había leído, por supuesto, algo de Julio Verne, de Salgari, alguno que otro autor así; pero El Conde de Montecristo fue la primera lectura que me removió.

Fuente: RTVE.es

En el caso ecuatoriano la obra de Leonardo Padura tiene un nombre: El hombre que amaba a los perros[5]. En las ferias del libro la gente va a buscar ese texto y no los de Mario Conde ¿Eso pasa en otros países?

Sí, yo creo que El hombre que amaba a los perros ha sido un libro que ha ocupado un lugar muy importante en mi obra y que ha tenido un buen nivel de lecturas y presencia en América Latina. Ocurre lo mismo en Francia, España, Alemania, Italia; pero su área de proyección ha sido América Latina, el continente de la utopía frustrada.

Sobre todo en los sectores del centro y de la izquierda, el libro impactó más. Saber de la vida de Trotsky y de su asesino es sin duda fascinante. Además, ¿es una variedad de novela histórica?

Tiene un contenido histórico pero es una novela del presente. Tenía un amigo, un cubano radicado en Puerto Rico, que me regaló una frase que se puede aplicar perfectamente a lo que ocurre en El hombre que amaba a los perros: «vamos, de derrota en derrota, hasta la victoria final».

¿Qué conoce de la literatura ecuatoriana?

Poco. Conozco los autores más notables, pero conozco poco. A Jorge Icaza lo leí como lectura universitaria. Un autor más contemporáneo que he leído también es Raúl Pérez Torres, con el cual tengo una relación de amistad. En el medio de ambos hay un par de nombres que ahora mismo no los tengo en la mente.

Me retrotraigo en el tiempo, ¿fue corresponsal de guerra en un momento determinado de su vida?

No, no. Yo fui periodista civil en Angola por un año.

¿Para un medio oficial cubano?

No. Yo salí de la Habana el 30 de septiembre de 1985 y regresé el 27 de septiembre de 1986. Yo fui periodista civil de una publicación semanal que se llamaba Verde olivo en misión internacionalista, que estaba dirigida fundamentalmente a la colaboración civil cubanapero todos los que estábamos en Angola, aunque no vistiéramos uniforme, teníamos una responsabilidad militar, tanto así que lo primero que me dieron al llegar allá fue un fusil y cuatro cargadores. Ese fusil y los cuatro cargadores durmieron a mi lado todo el año que allí estuve.

¿Nunca se usaron?

Afortunadamente solo los usé en prácticas de tiro como parte de la preparación y el entrenamiento. No participé en ninguna acción militar.

¿Se nutrió literariamente de esa experiencia?

Yo creo que sí. Hay un periodista cubano que está planeando hacer una biografía sobre mí. Yo le digo una y otra vez: mira, lo que tienes que hacer es leerte mis novelas porque la biografía de un novelista está en lo que escribe, más que en lo que ha vivido. La intensidad de la vida de un escritor está en su mente. Y esa intensidad se nutre de todas las experiencias que uno va teniendo en la vida, y una experiencia como Angola sin duda fue una utopía.

¿Su formación estilística para la construcción literaria tiene alguna historia?

Todo tiene una historia. Yo empiezo a interesarme por las letras en un momento en el que era obligatoria condición leer a determinados autores que estaban cambiando la historia de la literatura iberoamericana.

¿Cómo quienes por ejemplo?

Vargas Llosa, Gabriel García Márquez, Cabrera Infante, Juan Rulfo, Carpentier, Lezama Lima y Fernando del Paso. Tuve la suerte de empezar a escribir en el momento en el que estaban escribiendo los mejores: Cortázar, en fin. Yo tengo dos fuentes nutricias fundamentales de mi trabajo: de un lado la novela norteamericana, y del otro la novela iberoamericana contemporánea. Escritores como Carpentier, Cabrera Infante, Fernando del Paso, tienen mucho que ver con mi proceso de aprendizaje; Gabriel García Márquez en la utilización del idioma, del adjetivo y de las soluciones sintácticas. Eso quedó en mí.

¿En algún momento se nutrió de los clásicos? ¿Le faltó en su vida literaria, por ejemplo, la lectura de El Quijote?

Los clásicos tienen un peso sin duda importante. Entre El Quijote y El diálogo de los perros, me gustó más El diálogo de los perros, me divertí más. Recordemos que por lo general uno lee a los clásicos en la época en la que uno es estudiante de preuniversitario o en los primeros años de universidad. Son lecturas, en el caso nuestro, de carácter académico. Yo estudié literatura hispanoamericana en la universidad.

¿Fue la lectura una actitud espontánea en su vida?

Siempre me gustó la literatura y me gustó la lectura, pero yo no pensé que fuera a estudiar literatura y mucho menos que sería escritor. Mi mejor asignatura era la matemática y siempre pensé que iba a decantarme por una carrera de ingeniaría o algo así. La mayor parte de las horas de mi vida, hasta los 18 o 19 años, la dediqué a jugar béisbol; lo que más hice en mi niñez y juventud fue jugar pelota. Jugaba pelota a toda hora, en todo momento.

Fuente: El Cultural

La vivienda de Padura está en un barrio popular[6]. La casa está en mejores condiciones que las del resto de la gente, entonces ¿el escritor es parte del barrio?

Me siento y soy parte del barrio. La parte de debajo de esta casa la construyó mi padre en el año 54 porque ya había decidido tener familia; yo nací en esta casa el 9 de octubre de 1955, igual que Mario Conde, 9 de octubre. En este barrio nació mi padre, nació mi abuelo y mi bisabuelo. Es decir, estoy enraizado absolutamente en este barrio. A veces nos puede pasar por la mente movernos a un lugar mejor de la ciudad, pero yo no tengo esa necesidad. Aquí tengo mi espacio espiritual, que es el espacio de cuatro generaciones de mi familia.

¿La vida le ha dado todo ya?

Yo creo que no.

¿Y la vida literaria?

Yo creo que a mí me falta escribir la gran novela que quiero escribir, que no sé cuál es. A lo mejor ya le escribí y no me he dado cuenta, pero si pierdo esa aspiración dejo de escribir y yo soy un trabajador obsesivo. Mi editora española dice que yo soy un estajanovista de la literatura. Yo escribo todos los días.

¿Cuántas horas al día?

Entre cinco y seis horas. Hay días que son más difíciles, dependiendo de lo que esté trabajando. También hay días que los dedico solamente a la lectura porque estoy investigando para escribir un libro.

¿Ha sucedido que luego de un trabajo de semanas sospecha que nada de lo escrito vale la pena?
Hay cosas que se deben desecharse. Es parte del oficio.

¿Se le ha perdido material a causa de un daño en su computadora?

No. Eso no me ha pasado afortunadamente. Pero por ejemplo, en El hombre que amaba a los perros, yo redondeé una primera versión ya completa, que era como la séptima o la octava; y tuve que descartar por completo toda la parte referida a Trotsky y volver a escribirla. Me di cuenta que la narración en primera persona que yo utilizaba con Trotsky no funcionaba y tuve que volver a reescribirlo todo en tercera persona. Eso es parte del ejercicio literario.

¿Usted es religioso?

No

¿Se siente un hombre político?

Tampoco

¿Apolítico?

No, tampoco.

¿Es un cuestionador del sistema o un crítico de la cotidianidad?

Un crítico de la realidad, pero sobre todo un testigo de la realidad cubana y la del mundo.

¿El pensamiento crítico forma parte de su formación intelectual y académica?

No forma parte de mi formación, pero yo lo he adoptado como parte de mi pensamiento. Creo que la gran ganancia de un individuo es el ejercicio de su libertad.

¿Cuál será la próxima novela de Leonardo Padura?

Estoy escribiendo una novela que va a ser muy complicada porque voy a tener muchos escenarios y múltiples personajes.

¿Sobre qué será esta novela?

Tiene que ver con algo tan complejo como la diáspora cubana: cubanos viviendo en medio mundo y eso me va a obligar a hacer, primero, un ejercicio de estudio y luego de escritura. La estructura no me imagino todavía cómo va a ser…

Bueno, muchas gracias por el tiempo, por el café y por recibirme en su casa.

Gracias a ti.

Germán Rodas y Leonardo Padura.

Referencias:

[1] Miembro del Comité Editorial de Opción S. La entrevista, inédita hasta hoy, fue realizada en la ciudad de La Habana el sábado 19 de mayo de 2018 en la casa del afamado escritor cubano Leonardo Padura.

[2] La edición la realizó Santiago Cahuasquí Cevallos, editor de Opción S. La conversación que se publica proviene de la versión que fuera grabada por Germán Rodas Chaves. Se han suprimido varios fragmentos de la tertulia, sin que ello comprometa su contexto.

[3] El “Hotel Nacional” de Cuba fue construido en 1930; es uno de los lugares más emblemáticos de la industria hotelera cubana, fue declarado como Memoria del Mundo por la UNESCO.

[4] Período de crisis económica cubana que se inició a inicios de la década de los noventa como consecuencia de la caída del campo soviético en 1991 y que sumada a las restricciones económicas que habían sido impuestas por EEUU en relación a la Isla, desencadenó en un proceso de depresión económica y reducción de su Producto Interno Bruto (PIB), todo lo cual afectó la cotidianidad de la gente.

[5] El hombre que amaba los perros es la novela más conocida de Padura. La trama de esta obra trata sobre el asesinato de Trotsky y la circunstancia verídica e histórica que significó que su asesino, Ramón Mercader, viviera sus últimos años en La Habana.

[6] El barrio habanero se llama Mantilla. Es una “reparto” popular distante de la zona central de La Habana.