Artículo de Germán Rodas Chaves en Informe Fracto – México
Desde hace muchos años ha existido un debate alrededor de la circunstancia de si José Julián Martí Pérez, el ilustre cubano de “Nuestra América”, perteneció o no a la masonería. La importancia de tal asunto no ha sido tan sólo para añadir o no un dato más en la biografía del Apóstol, sino para comprender rasgos de su personalidad y, particularmente, el ejercicio de muchas de sus actividades al servicio de las causas democráticas en España y, luego, en el continente americano.
En un libro mío, publicado en el 2002, afirmé, luego de una rigurosa investigación, que Martí formó parte de la Logia española Armonía N° 52. Tal asunto fue motivo de debate, y ciertamente de escepticismo en algunos círculos intelectuales y académicos. Empero hoy las pruebas sobre su pertenencia a la masonería son irrefutables.
En efecto, el historiador cubano Samuel Sánchez Gálvez, -bajo la dirección del cientista social Eduardo Cuevas Torres-, en el contexto de la elaboración de su tesis doctoral, logró ingresar en los archivos de una logia de la ciudad de Cienfuegos, denominada Fernandina de Jagua, en los cuales descubrió un diploma entregado al masón Luís Vela de los Reyes, diploma proveniente de la logia española Caballeros Cruzados No 62 y firmado, en condición de Secretario de tal logia, por José Martí y fechada el 4 de julio de 1871. Otros documentos han revelado, a propósito de tal estudio, que Martí usó el nombre simbólico de Anahuac y que, posteriormente, perteneció, como lo había afirmado en mi publicación, a la logia española Armonía No 52.
Martí llegó a España, proveniente de Cuba, el 1 de Febrero de 1871. Lo hizo en condición de deportado por las autoridades al servicio de la metrópoli luego de sufrir prisión en la Isla acusado de sedición. Prontamente Martí se sumergió en el debate de la España de aquellos días. Se sumó a las causas de la fundación de la República y constató que podía conspirar en contra de los monárquicos desde las estructuras masónicas, a la par que tuvo el convencimiento que en su interior podía acceder a la lectura de los textos que sustentaban las corrientes libertarias de aquella época.
Así, vinculado a la masonería, Martí tuvo la opción de adentrarse en la lectura de los textos de Adolphe Thiers y de Víctor Hugo, en traducciones de Antonio Robot y Fonseré; de Creuser de Lesser, en traducción de Abdón Terradas; de Lamartine, en traducción de Medina-Veytia, entre tantos otros libros que provocaban la inevitable confrontación teórica respecto de la realidad francesa y, a partir de ello, la comparación con la situación española de aquel entonces que desde las esferas gubernamentales se afanaban por impedir que las ideas de cambio llegaran a sus dominios.
Su pertenencia masónica, también, le permitió profundizar en las lecturas de Krause, de Darwin y, a contrapelo, ser parte del debate que los neocatólicos, como Francisco Navarro y Juan Manuel Ortí, propiciaron para confrontar al krausista español Sanz del Río.
En todo este entorno, pues, lo que debe evidenciarse es que Martí, más allá de cualquiera otra suposición, buscaba acceder al pensamiento de la época para sustentar sus inclinaciones y definiciones por las causas de la libertad, aquellas que luego le permitieron constituir el bagaje de fundamentos conceptuales para confrontar, en España, a los monárquicos y para propiciar, -en la perspectiva de la lucha independentista de Cuba-, una red de apoyo para sus objetivos.
José Julián, es mi impresión, optó por su acercamiento a la masonería como un mecanismo para actuar en aquellos años discretamente a favor de sus ideas, toda vez que la represión de la metrópoli frente a sus posturas libertarias fue evidentes.
Las revelaciones del historiador cubano Sánchez Gálvez, que pude conocerlas de primera mano en una de mis estancias en La Habana, son de enorme importancia para abarcar el conocimiento de la figura de Martí, asunto que es menester compartirlo con oportunidad de conmemorar, en estos días, un nuevo aniversario de natalicio del ilustre cubano, y toda vez que mientras mayor es la aproximación a las figuras de nuestra historia latinoamericana, será más adecuada la comprensión de su pensamiento.