Artículo de Germán Rodas Chaves para Diario El Comercio
La elección del Rector de la Universidad argentina de Córdoba, el 15 de junio de 1918, provocó la desilusión y la ira de los estudiantes, quienes constataron que tal nombramiento -como efecto de las presiones del modelo social vigente- dejaba intocada la situación estructural de esa institución universitaria.
Para exigir la renuncia del nuevo Rector, el salón en el cual habían sesionado los electores fue tomado por los jóvenes universitarios y se inició, de esta manera, una revuelta educativa cuya incidencia fue fundamental en el siglo XX. Su huella repercutió en la educación superior argentina y puso en el debate de la región el papel de las universidades.
Los sucesos de Córdoba ocurrieron en medio de un proceso de desigual desarrollo de la sociedad argentina que, paulatinamente, intentaba dejar atrás lo que se conoció como la “república oligárquica” (1874-1916) y cuando el pensamiento crítico -en el marco de la historia de las ideas argentinas- se extendía para superar el inmovilismo ideológico que había actuado como custodio del pasado.
Empero, los contextos a los que me refiero ocurrieron de manera asimétrica en Argentina. En Córdoba, por ejemplo, muchas de las instituciones expresaron en la segunda década del siglo XX los rezagos de las corrientes epistémicas del siglo XlX, mientras que en Buenos Aires la modernidad -incluso en las formas de expresión social y política- ya se había abierto espacio aceleradamente.
Algo más: el arribo al poder en 1916 del radical Hipólito Irigoyen -en elecciones que se realizaron mediante el voto secreto- provocó que en la vieja Argentina acontecieran cambios, lo cual -entre otras cosas- alentó la conformación de un sector social y económico que ambicionaba ingresar a las universidades, cuya estructura, por el contrario, asomaba inanimada frente a las nuevas situaciones históricas.
En Córdoba, la situación educativa universitaria se mantuvo anclada con el antiguo orden. En efecto, la Universidad de dicha ciudad -fundada por los jesuitas en 1613- siguió siendo una institución dogmática, elitista, clerical y racista. Estas características se volvieron evidentes en 1917, cuando la Universidad aprobó un reglamento restrictivo y anacrónico en contra de los estudiantes de Medicina que hacían su estancia en el Hospital Nacional de Clínicas.
Aquello provocó la huelga de los afectados, a quienes se sancionó con la suspensión de sus estudios por dos años. Frente a este suceso creció el malestar universitario, asunto que se expresó el 10 de marzo de 1918, cuando los estudiantes -luego de una de las tantas marchas de protesta- conformaron un Comité Pro-Reforma. Para lograr sus petitorios, el Comité llamó a una huelga estudiantil que se desarrolló a partir del 1 de abril de ese año, escenario que, a su vez, indujo a la clausura de la Universidad por parte de sus directivos.
Esa circunstancia estimuló a la juventud universitaria argentina a luchar por sus derechos. Con la participación de delegados de las universidades de Tucumán, Santa Fe, Córdoba, La Plata y Buenos Aires se constituyó, el 4 de abril de 1918, la Federación Argentina Universitaria, la cual se reunió de inmediato con el presidente Irigoyen para pedirle que diera una salida a la situación de la Universidad de Córdoba.
El pedido se materializó con la designación de un interventor en dicha Universidad, quien luego de un tiempo declaró vacantes los cargos del Rector y de los decanos y convocó a elección de la máxima autoridad en la Universidad con la participación de los docentes, todo ello en medio de la sorpresa de los “grupos exógenos académicos” que habían continuado con la tradición colonial de designar a la máxima autoridad del Claustro Universitario.
La elección se produjo, como queda dicho, el 15 de junio de 1918. Dos candidaturas terciaron para el nombramiento de Rector. Por un lado el reformista Enrique Martínez Paz tuvo todo el respaldo de los estudiantes y, por otra parte, Antonio Nores, candidato de los sectores clericales y tradicionales. Este, luego de dos votaciones, fue elegido debido a las presiones del ‘status quo’.
El 17 de junio de 1918, los estudiantes de Córdoba hicieron circular su Manifiesto ‘A los hombres libres de Sudamérica’, mientras todo el movimiento estudiantil argentino se fue a la huelga durante cuatro días, demandando la renuncia de Nores. En la ciudad de Córdoba la población respaldó la lucha de sus jóvenes universitarios, en medio de un enfrentamiento sostenido con las fuerzas del orden.
El 21 de julio se reunió en Buenos Aires el primer Congreso Nacional de Estudiantes que aprobó las ‘Bases para la organización de las Universidades Nacionales’ entre las cuales es imprescindible destacar los planteamientos vinculados a la participación estudiantil en el gobierno universitario, la libertad de cátedra, la selección adecuada de docentes, el principio de gratuidad de la enseñanza y la vinculación de la universidad con los sectores populares.
A pesar del entorno registrado, hasta septiembre de 1918 la Universidad de Córdoba se mantuvo sin funcionamiento, por ello, el 9 de ese mes, los alumnos ocuparon la Universidad con el fin de asumir la dirección de la misma a través de estudiantes encargados de administrar cada una de las facultades.
Ante ese hecho, el gobierno de Irigoyen desalojó por la fuerza a los universitarios y apresó a sus dirigentes acusándoles de sedición.
Tres días después de estos sucesos, el Ministro de Educación -nombrado un tiempo atrás como nuevo interventor- asumió su rol procurando la libertad de los detenidos e intentando propiciar un clima apto para reabrir el centro universitario. Con ese propósito puso en marcha la aplicación de un nuevo estatuto universitario -que entró en vigencia para todas las universidades argentinas- y en el cual se insertaron algunas de las iniciativas de la lucha estudiantil de aquellos días.
En el referido reglamento se favoreció la participación de profesores y estudiantes en los Consejos Directivos de las Facultades y la selección adecuada de docentes, conforme los requerimientos del nuevo momento histórico, así como la modernización de los pénsum de estudio, que buscaron aproximarse a la realidad social.
Aquel 15 de junio de 1918 marcó, pues, un punto de inflexión en el rol histórico de las universidades argentinas y posteriormente de la región. Los jóvenes universitarios, entonces, cumplieron el papel que les correspondía para provocar tal cambio. Su determinación contribuyó al debate -que se halla vigente hoy- en la búsqueda de un modelo universitario que reconozca los verdaderos intereses de nuestros pueblos.