Artículo de Germán Rodas Chaves para Diario El Comercio*
26 de mayo de 2019
De manera sorpresiva aparecieron en la base militar aérea de Quito dos soldados, al mando de un oficial, llevando con ellos a un perplejo militar -quien ocupaba entonces las funciones de Ministro de Gobierno en la dictadura del general Rodríguez Lara-. Dicho funcionario no alcanzaba a comprender las motivaciones de la inesperada “invitación” para efectuar un vuelo urgente.
Cuando se aprestaban a subir al Ministro a la aeronave –en un denominado avión logístico– el oficial que estaba al mando del vuelo, y que conocía al detalle la razón de su tarea, efectuó algunas consultas adicionales para cerciorarse a plenitud de las disposiciones superiores y les dijo: “La orden de prisión no es para el Ministro de Gobierno; el preso que será confinado es el doctor Julio César Trujillo. Discúlpense con el Ministro y traigan a Trujillo”.
La circunstancia señalada fue un insólito traspié –imperdonable desliz– en la cadena de mando que luego se propagó en aquellas horas entre algunos dirigentes políticos bajo el desconcierto y las más variadas suposiciones sobre las causas para el arresto al Ministro de Gobierno. Tanto fue así que circularon –como suele ocurrir entre los políticos– análisis y teorías sobre un supuesto fraccionamiento al interior de la dictadura y, en ese imaginario panorama, proliferaron las recomendaciones para actuar de una u otra forma en el plazo inmediato. Todo ello cuando en realidad solo hubo un malentendido que debió dejar más de una sanción entre los esforzados soldados que interpretaron una orden de la manera más singular.
La anécdota –difundida posteriormente por Julio César Trujillo– fue una de las más inusitadas en el ambiente de la política nacional de las décadas anteriores y fue revelada, en sus detalles, al propio Julio César por el oficial que impidió el gravísimo equívoco y que estuvo encargado de transportar aéreamente al político Trujillo tanto a su lugar de reclusión como de retorno a Quito, el momento en que terminó su confinamiento.
La circunstancia relatada ocurrió cuando el régimen dictatorial de aquel periodo ordenó la prisión del dirigente Julio César Trujillo luego de que el citado político señalara, públicamente, que el régimen había entregado concesiones de tierras a algunos militares. Tal comentario le valió la detención y su deportación a la población de Montalvo, en la provincia de Pastaza, en donde permaneció por algún tiempo; desde allí pudo escribir a su esposa una nota clandestina que le fue entregada a ella gracias al apoyo de la cónyuge de un oficial, misiva en la que le dijo a su compañera de toda la vida que “…como mi prisión puede durar mucho tiempo, es mejor que usted presente la renuncia a su cargo, puesto que le darán una liquidación económica con la cual podría mantenerse mientras dure mi ausencia obligada…”.
El trajín político de Julio César Trujillo Vásquez ha sido dilatado. Varias veces ejerció la diputación y la representación constitucional, más allá de haber sido candidato a la Presidencia de la República. Su epistemes doctrinaria estuvo construida alrededor de los principios de la doctrina social de la Iglesia en un recorrido que, paralelamente, ha dado cuenta no solo de la honestidad al servicio de las ideas y de las causas que abrazó en su vida, sino que evidenció, además, su permanente estudio y aprendizaje para aproximarse con certezas a la comprensión adecuada de los contextos estructurales y supraestructurales actuales del mundo y, obviamente, de nuestra realidad.
En todo este escenario la influencia del pensamiento de monseñor Leonidas Proaño fue de enorme impacto en Julio César Trujillo, puesto que en las aulas secundarias fue alumno del ‘Obispo de los Pobres’. También en la conciencia social de Trujillo ha habido predominio de los postulados y mensajes de Concilio Vaticano II, que en nuestra región propiciaron reflexiones intensas de cara a la dura realidad de nuestros pueblos y al necesario compromiso de los individuos –y de la Iglesia– con las soluciones de esos hábitats.
De allí que su inicial militancia conservadora fue superada en la práctica a partir de la búsqueda de soluciones conforme a los nuevos tiempos, lo cual le permitió construir -en un momento dado de su praxis política- el conservatismo progresista y, subsiguientemente, orillar con las causas de la justicia social, todo lo cual le identificó permanentemente con las luchas de los sectores más desposeídos de la Patria, en medio de una entrañable amistad y solidaridad con los objetivos de los trabajadores, de los campesinos, de los indígenas; en suma con las luchas de su pueblo.
Las tareas que asumió -incluidas las que cumplió en estos últimos cuatro años tanto en la Comisión Anticorrupción como en el Consejo de Participación Ciudadana y Control Social Transitorio- siempre, las desarrolló con estricta responsabilidad, pero sobre todo bajo la impronta de la defensa irrestricta de los derechos individuales y colectivos.
Julio César Trujillo, nacido en la ciudad de Ibarra en 1931, estuvo vinculado, también, con la cátedra en las universidades Católica y Andina Simón Bolívar. Desde estos espacios académicos contribuyó, con enorme dedicación y conocimiento, a la formación de numerosas generaciones de abogados y, sobre todo, a la edificación de nuevas visiones del derecho, en la perspectiva de que las ciencias jurídicas enuncien un compromiso con la justicia social, en el marco de una sociedad a la que combatió por ser, en sus palabras, “individualista e injusta”.
Cuando en el cumplimiento de su tarea anticorrupción fue sentenciado a prisión de un año y al pago de una multa, su irritación fue a los límites del sollozo debido a que se cometió en nombre de la ley un acto de injusticia que todo el país rechazó con indignación. Empero, aquella circunstancia le dio más energía y firmeza para enfrentar las tropelías y “suficiente entereza para no dejarse someter por el poder omnímodo”, pues finalmente la verdad y la razón -así lo dijo- “están de nuestro lado, y frente a estos valores todo lo demás se desploma”.
*Historiador y académico