Un periodo culminante de nuestra historia regional

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Artículo de Germán Rodas Chaves para Informe Fracto – México

A propósito de la fecha recordatoria del natalicio del Libertador Simón Bolívar –vino al mundo el 24 de Julio de 1783- es importante rememorar uno de los más sobresalientes períodos históricos (julio de 1822-diciembre de 1824) cuya trascendencia en los caminos independentistas de la región es fundamental.

En efecto, luego de la entrevista entre Simón Bolívar y San Martin, ocurrida los días 26 y 27 de julio de 1822 en Guayaquil, el Protector –denominación con la cual San Martín retuvo el poder ejecutivo en el Perú luego de haber proclamado la independencia de dicho territorio- retornó a Lima y se encontró que la frágil alianza con la aristocracia limeña que él había propiciado, se hallaba literalmente desecha. La mentada crisis se precipitó debido al destierro de su Ministro Bernardo Monteagudo, quien fue un decidido partidario de la expulsión total de los españoles del Perú.

Desalentado por la creciente oposición de la aristocracia criolla, cuyos intereses económicos se habían empantanado a causa de la prolongación de la guerra interna en el Perú; seguramente abatido luego del encuentro con Bolívar que no le fue ventajoso a sus perspectivas de iniciar un proceso conjunto de aniquilamiento a las fuerzas reales; consciente que los límites para los arreglos con los grupos aristocráticos podían desencadenar la aparición de otros frentes internos -de los cuales sólo podían obtener ventajas las tropas contrarias a la independencia- el Protector presentó su renuncia ante el Congreso Limeño. Detrás de la referida dimisión estuvo, también, su profunda decepción por la conducta soterrada y nada transparente de los grupos hegemónicos peruanos.

La Salida de San Martín dejó el poder en manos de un Congreso dominado por sectores medios de la sociedad y por núcleos intelectuales que, liderados por el cura Francisco Luna Pizarro, arrinconaron a los representantes aristocráticos para imponer una plataforma liberal.

El Congreso designó una Junta Gobierno presidida por el General La Mar y declaró constituida la Republica Peruana. Además desautorizó las gestiones que animaba San Martín en Europa en busca de un monarca que pudiera gobernar al Perú –asunto que, entre otras cosas, explica las distancias de Bolívar con el Protector- y redactó un estatuto para que funcionara el régimen.

Cuando parecía que los contextos en el Perú adquirían una orientación delimitada, llegaron otros momentos: los ejércitos realistas derrotaron a las tropas que había dejado San Marín y aquello fue aprovechado por la aristocracia criolla que alentó un golpe militar. Se abrió de esta manera un periodo de luchas intestinas por el poder, lo cual precipitó, el 2 de septiembre de 1823, el arribo de Bolívar al Perú a fin de cumplir la campaña definitiva de la independencia que se consolidó en Junín en agosto de 1824, victoria que, a su vez, fue antesala del triunfo de las tropas libertarias en Ayacucho, en diciembre del mismo año, conducidas, esta vez, por el General Antonio José de Sucre, con lo cual terminó el colonialismo español en la América Continental.